domingo

Sueños

Al anochecer se va el dador.
El que quita y succiona el calor
regresa de confundirse desaparecido.

Se reúnen los esclavos y respiran
de mi aire, de mis pausas, sólo miran
y esperan que los surta un yo vencido.

De notas y diálogos se disfrazan
y de tranquilidad me amordazan,
entre ritmos de latidos más que el mío.

Al dar la reverencia, engrandecerse,
agradeciendo que otra vez han de moverse,
la vida espectadora llora rocío.

Y cuando el dador reaparece
y los telones ojos se humedecen,
mueren juntos los esclavos,
héroes ya de tanto halago.

Octubre 2011
SAG